La historia de mi afición por el Clua data de más de 40 años.
Creo que fue en 1957 cuando, en la exposición nacional siderometalúrgica
que se celebró en el Parque del Retiro de Madrid, lo vi por primera vez.
Yo tenía entonces 18 años y la impresión que este pequeño deportivo
(de aquella época) me causó ha perdurado toda mi vida. Se trataba de la
versión con carrocería Serra, ya que de las versiones presentadas en
anteriores muestras, ninguna llegó a producirse. Se da la casualidad que
en la misma exposición también se exhibía el Pegaso Z-102/3 carrozado
asimismo por Serra que para mí era todavía muchísimo más inalcanzable.
Desde entonces y hasta 1997 tuve 2 ó 3 oportunidades
de hacerme con un Clua (durante los años 60) aunque ninguna de ellas llegó
a materializarse. Precisamente uno de ellos pertenecía al chófer de la
casa de nuestro socio J.J. Rosillo asiduo participante en competiciones de
clásicos. Éste coche aparece fugazmente en la película de Summers
"Del Rosa al Amarillo", único caso, creo, en que el Clua ha
salido en el cine.
Había llegado a desistir de comprar mi ansiado Clua (sólo
se fabricaron 207 unidades) cuando, en abril de 1997, haciendo pesquisas
para conseguir un PTV (otro microcoche de los años 50), me enteré de que
Salvador Claret, famoso por su magnífica colección de automóviles y
motocicletas antiguas, buen amigo mío, tenía un Clua en muy mal estado
de conservación. Inmediatamente contacté con él y tras mucha
insistencia por mi parte, conseguí que me lo vendiese a pesar de que lo
tenía destinado a la sección de su museo dedicada a coches españoles.
Salvador: gracias por comprende mi relación sentimental con el Clua.
Cuando cerré el trato con Claret me acompañaba otro
gran amigo mío, Enrique Silvestre, concesionario Ford para Onteniente y
experto restaurador que, con toda certeza, es el profesional con más
intuición natural para la mecánica que he conocido en mis 35 años de
experiencia en el automóvil. Enrique iba a ser el "sufrido"
restaurador de mi Clua (ya me había restaurado otros coches anteriormente
e incluso construido un Cobra Réplica).
A
partir de aquí empecé a completar información para restaurar el coche
lo más similar posible al prototipo presentado ya que la pequeña serie
que se fabricó hasta 1959 (el mío se matriculó el 29 de septiembre de
1959 y es el número 169) mostraba muy importantes deficiencias. Hay que
recordar las penurias que en aquellos años se sufrían para desarrollar
cualquier actividad industrial. Contacté con Pedro Serra y con Domingo
Clua (hijo del fundador de la empresa); mientras que Serra no pudo darme
casi información, Clua me facilitó muchos datos, fotografías e incluso anécdotas de aquella época que me han ayudado a restaurar
el coche lo más fiel posible al prototipo, mejorando muy sensiblemente
los fabricados en serie.
Como ejemplo de defecto de fabricación citaré que las
aletas traseras estaban caídas, no seguían la línea horizontal de la
parte superior de la carrocería. Para corregirlo, dado que el vehículo
tiene un bastidor tubular (no es autoportante) se realizó un corte en la
parte antero- superior de las aletas traseras para levantarlas, después
de haberlas soltado del bastidor. Posteriormente se unieron las aletas en
su nueva posición al bastidor. En las fotos se observa apreciablemente
esta modificación.
El trabajo de la restauración mecánica fue muy
complejo, teniendo que fabricar muchas piezas cuando no se podían acoplar
componentes de otros vehículos pero la parte de carrocería fue muchísimo
más difícil. Hay que tener en cuenta que no es estampada como se hace
hoy, sino compuesta por pequeñas piezas fabricadas artesanalmente y
soldadas entre sí. La restauración terminó felizmente en septiembre de
1999, 2 años y medio después de cuando empezó. Creo que se realizó un
trabajo excelente, sobre todo teniendo en cuanta la base de que se partió.
He tenido que prometer a Enrique Silvestre que nunca más le volveré a
pedir que realice un esfuerzo como éste.